22 de agosto de 2009

 

HABLEMOS DE CINE: O CONTADOR DE HISTORIAS

"O Contador de Historias" es el mejor filme brasilero estrenado este año y probablemente sea el mejor de todos esta temporada.
La película cuenta magistralmente la historia de Roberto Ramos, uno de los 10 mejores contadores de historias del mundo (según se dice en los créditos finales) desde su infancia de pobreza en el interior de Minas Gerais, haciendo fuerte hincapie en su educación en la FEBEM, el encuentro con una psicopedagoga francesa y culmina pasando muy rápidamente por su madurez en Europa y la vuelta a su país.
Todo eso en 2 horas maravillosas, donde el director Luiz Villaça logra emocionar, hacer reír y estar a la altura del personaje que retrata.
Todo en esta película es de una fina elaboración, la relación madre-hijo (en un duelo actoral de muy alto vuelo), toda la trampa de la FEBEM en Brasil y la relación psicopedagoga libertaria y adolescente violentado, todo eso cabe en un filme con una poesía en la imagen y un especial cuidado hasta en los más mínimos detalles.
Está claro que la salvación del cine brasilero se encuentra en recurrir a actores nuevos, que no carguen encima la marca "Globo" (globalizados como les dicen en Brasil) y en retratar historias distintas, con formas narrativas originales y sin apelar a la trama novelesca superficial y mediocre.
El narrador del filme es su protagonista Roberto Ramos, el nos va contando como su madre lo lleva a un reformatorio (FEBEM) para que sea Doctor, según le dicen en la publicidad que vé por televisión, como es violentado por el sistema allí, como se escapa, como comienza a sobrevivir robando en las calles, hasta su encuentro con una psicopedagoga francesa (gran actuación de la portuguesa María Medeiros) que lo rescata, lo lleva a su casa y lo re-educa logrando que el adolescente aprenda a valorarse.
Un cine así, casi perfecto, sin golpes bajos, mostrando las relaciones humanas sin trampas ni engaños y entregando elementos para que el espectador pueda discenir entre lo que es la realidad y las reales posibilidades de cada uno.
Y todo eso se resume en una escena en donde la psicopedagoga se despide de su colega que trabaja en la FEBEM y que jamás creyó en la recuperación del niño, con un fuerte diálogo y unas miradas en silencio que lo dicen todo.
Con películas como ésta hay esperanza de que no todo está perdido, por el contrario está todo por hacerse, como en las mejores historias.


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